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Review of Orisha

 

orisha_125 Tinta Fresca, Septiembre 2007

La historia de la vida de un babalao fuera de su Cuba natal.

En Orisha, novena obra del cubano Carlos Rubio Albet, el autor deja una
cosa muy clara: la mezcla de España, Africa, Caribe, catolicismo,
yoruba, percusiones de uno y otro lado del Atlántico, calor, azúcar,
manglares y playas, da como resultado un mestizaje único en América y de
dimensiones casi mágicas.

Rubio Albet ya ha ganado reconocimientos como el Segundo Premio
Internacional de Novela Nuevo León (1989) por Quadrivium y el Foreword’s
Magazine Book of the Year (2003) por Tiempo muerto. Quizás no es arriesgado
afirmar que Orisha puede ser un buen candidato a nuevos
reconocimientos.

En esta relativamente breve novela, el autor describe la vida agitada
de Ignacio Benítez, alias “Agua Dulce”, un mulato que es “babalao”
(sacerdote supremo de la santería cubana), y a su vez cumplimiento de la
profecía de otro “babalao”. Los poderes de Agua Dulce son producto de una
mezcla de agua de río, sexo y música, pero su historia es la de muchos
cubanos arrancados de la isla por la Revolución de 1959, y obligados a
ejercer su profesión – o su magia – en tierras extrañas.

Con referencias a previas obras suyas, o referencias a otros autores
cubanos que claramente le han influido, como Carpentier, y sobre todo
Lezama Lima, Rubio Albet ha compuesto un poderoso canto barroco, donde hay
a un tiempo, conjuros, ironías, y un sentido de rebeldía ante la
fatalidad, no exento de picaresca. A pesar de su brevedad, no es un libro
que se pueda leer de una sentada, pero es una lectura para disfrutar con
una buena taza de café cubano y un aromático habano.

Reseñado por Gerardo Cárdenas, periodista y escritor mexicano. Su libro
favorito es “La sombra del viento” de Carlos Ruiz Zafón.

 

Letralia, Octubre 2007

Acaba de aparecer en Estados Unidos la más reciente novela del escritor cubano Carlos Rubio Albet, Orisha, que enfocada en el tema de la santería es, en palabras de su autor, su obra de sustancia más cubana. Algo que se puede apreciar ya en la imagen que ilustra la portada, un cuadro de Yolanda Fundora que representa a Yemayá, la potencia que controla las aguas.

Un orisha es una divinidad, hija y manifestación directa de Olodumare, dios supremo de la religión yoruba. Partiendo de este tema medular de la tradición afrocubana, Rubio Albet ha vuelto a sus raíces con este libro que, a juicio de la profesora y crítica literaria colombiana Leonor A. Ulloa, “dibuja una elipse que magistralmente enlaza el ámbito primigenio de la isla con el contemporáneo”.

Orisha narra el desenlace del vaticinio de un babalao lucumí que anuncia con detalles el nacimiento y futuro de Ignacio Benítez, alias Agua Dulce, un mulato de ojos azules “descendiente de yorubas, desenredador de enigmas, despejador de conjuros malignos”, hijo del español Jorge Ferragut con una apasionada e indómita cubana. “Dos veces por semana, sin preámbulos escabrosos”, narra Rubio los encuentros furtivos de la pareja, “se entregaban a un placer sin inhibiciones y repleto de mordidas, arañazos y hasta que una que otra imprecación al no lograr alcanzar esa región tan cotizada, pero inasible, a la cual los conducía el conducto carnal”. Ignacio será el elegido sucesor del brujo lucumí y el encargado de ratificar la veracidad del pronóstico de los caracoles courís sobre su propio destino.

“Desplazándose desde la Cuba originaria hasta la revolución fidelista de 1959 y el subsiguiente éxodo a tierras floridanas”, agrega Ulloa, “la novela describe y recoge sensualmente la riqueza del paisaje guajiro, el sabor de su tierra tostada y suculenta, el mundo alucinante y fogoso de la zafra, la decadente vida nocturna de la capital cubana y el Miami comercializado de la emigración”.

Rubio Albet aprovecha los ámbitos mágicos por los que se interna en su historia para desarrollar una narrativa florida que Ulloa no duda en calificar de barroca. Por otro lado, el autor hace gala de un conocimiento minucioso de los ritos y leyendas asociados a la religión yoruba, y su buen hacer se pone de manifiesto en la relación de tales procedimientos, que discurre de manera natural, sin producir en el lector la impresión de estar ante un ensayo sobre el tema.

Orisha se revela como parte de un plan literario de su autor, en el que se cruzan personajes y situaciones de otros de sus libros. No sin justicia la novela ha sido descrita por Ulloa como “un lúdico experimento artístico que mantiene el interés del lector de principio a fin al mismo tiempo que lo reta a explorar los diversos vínculos que la unen a la polifacética cultura cubana”.

Oriundo de Pinar del Río, Rubio Albet es un autor bilingüe, con obras en inglés y español, que reside en Estados Unidos desde 1961. Ha publicado el libro de cuentos Caleidoscopio y las novelas Saga, Quadrivium, The Neophyte, Dead Time/Tiempo muerto (bilingüe), Orpheus’ Blues, Bullwhip y Secret Memories/Recuerdos secretos (bilingüe). En su sitio web es posible adquirir Orisha y los otros libros que conforman su producción literaria.

Jorge Gómez Jiménez, revista Letralia.

 

CARIBE,  Tomo 13,  Número 1   Verano de 2010

La literatura Cubana en general y la del Exilio en particular se enriquece con la publicación en el 2007 de la novela afrocubana Orisha[1]del escritor cubano Carlos Rubio Albet, oriundo de la provincia de Pinar del Río. Orisha marca una nueva etapa en la creación artística de este autor para quien esta novela es la más cubana de sus obras.

El espacio de la novela es la Isla de Cuba desde sus inicios hasta la revolución castrista del 59 con el subsiguiente éxodo masivo a los EE.UU., especialmente la ciudad de Miami. Orisha tiene como telón de fondo la milenaria Regla de Ocha con sus ritos, mitos y leyendas donde se les rinde culto y se les venera a los orishas del panteón Yoruba sincretizados en Cuba mediante la Santería: Elegguá, Obatalá, Yemayá, Oshún, Shangó, Orúnla, Ochosí, Oyá, Osaín, Oggún, Babalú-Ayé, Olocun, Aganyú, Oko, Inle, Ósun, Obba y los gemelos Ibeyi. La portada de la novela tiene apropiadamente un dibujo de la diosa fluvial Yemayá de la pintora Yolanda Fundora.

Orisha es una novela con un final abierto que está estructurada formalmente en dos partes con cinco capítulos en cada una de ellas. La novela presenta otros registros literarios en la que se cruzan situaciones y personajes de Severo Sarduy, Lezama Lima así como de su obra Quadrivium, ganadora del premio de novela de Nuevo León en 1990, donde aparece por primera vez su protagonista Ignacio Benítez, alias Agua Dulce, como consejero de Adela Carroza, una bolerista en La Habana que se escapa de Cuba.

La novela comienza en media res y el primer capítulo de esta primera parte se titula “Profanación” debido al allanamiento de la casa de Ignacio Benítez en La Habana Vieja. El autor nos narra el ambiente de terror que se sufre bajo la tiranía del nuevo régimen. Los esbirros de la policía secreta, el G-2, se presentan en la casa del babalao una madrugada, derriban la puerta de su casa y se lo llevan preso a una mujeranga, Coordinadora del Comité de Defensa, encargada de los interrogatorios y torturas de los presos hasta conseguir una confesión:

Enmarcado en el umbral de una puerta trasera, con un quinqué en la mano, apareció de
repente la figura de un mulato descamisado,… sobre el pecho, bajo la luz temblante del quinqué, relucía una medalla de oro de la Caridad del Cobre… Se abalanzó, colérico y con con intenciones justicieras, en dirección del esbirro que todavía sonreía junto al altarito, exhalando el humo vueltabajero y disfrutando de la holgada profanación… -Está usted en manos de la Revolución, compañero… El leve temblor en las comisuras de la Directora, después de atravesar el laberinto perifrástico repleto de respuestas sin substancia y comentarios evasivos del renuente babalao, delataron su furia contenida… Era una escena que se había repetido incontablemente. Sólo el interrogado era distinto. Los métodos de persuasión -perfeccionados en los tétricos calabozos de La Cabaña- eran ya demasiado refinados para ofrecer resistencia. Tarde o temprano, unos gritos, otros entre sollozos, lo confesaban todo. Después de incorporar ciertas medidas persuasivas al interrogatorio, confirmó que la fugitiva había visitado su consultorio dos días antes. (12, 17-18,20)

El foco central del segundo capítulo “Salto Atrás” es la llegada a Cuba del joven catalán Jorge Ferragut, después del desastre económico de su familia, donde se convertirá en maestro de azúcar de un ingenio y cómo Ignacio Benítez había sido elegido por el Ekuele, los Caracoles couris, como el sucesor del babalao lucumí Eliseo para continuar la Regla de Ocha en la región.
El nacimiento de Ignacio Benítez había sido pronosticado muchos años atrás por don
Eliseo, el babalao de más renombre en la comarca. Una noche de estío, aprovechando
el manto protector de un eclipse lunar que cubrió la Isla en su totalidad, e impulsado
por unos toques de Cartga Blanca, en cuclillas y rodeado de ofrendas ceremoniales
-granos de maíz, jícaras rústicas y plumas de gallina prieta- empuñó los caracoles que
tantos secretos le habían cedido. (26)
En el tercer capítulo que se llama “Ajiaco Genético”, el autor describe con un lenguaje altamente erótico la aventura amorosa del joven catalán con una bella mulata de los alrededores del batey:
Sudorosos y jadeantes, todavía enfrascados en una escaramuza silente donde se
confundían el deseo y la furia, cayeron sobre los yerbajos mordiéndose y besándose
a la vez, sin pronunciar palabras –de sus gargantas surgieron sonidos guturales, de
animales salvajes o tal vez reminiscentes de los primeros homo sapiens antes de poseer
un idioma… Jorge Ferragut, como fiel devoto en el templo de Delfos, depositó su ofrenda
ardiente en lo más profundo y oscuro de aquel altar viviente. (46)

El capítulo concluye con la huída de Jorge Ferragut de la isla después de matar al esposo de esta mujer: “De él, en la isla, no se supo nada más.”(52) El capítulo “Fiebre Tropical” narra como de esta pasión desenfrenada nacería Ignacio Benítez, su niñez, juventud y conocimiento de los misterios de la Santería, favorecido y bendecido por los orishas Elegguá, Obatalá, Shangó Yemayá y Oshún:

Todos los domingos, a la sombra de la misma ceiba centenaria, recibía instrucciones
en los cánones que se remontaban generaciones a otro continente y cuya liturgia y
vocabulario lucumí habían sobrevivido intactos el forzoso trasplante del continente
a la Isla, y los crueles intentos de represión por parte de los mayorales españoles.
Estos esfuerzos inútiles, en efecto, habían engendrado la religión clandestina actualmente
conocida como santería.
La primera parte de la novela concluye con el capítulo “Guerra de Potencias” donde se narra el destino de Ignacio Benítez como babalao de la Regla de Ocha. Por un lado, el palero Camaleón quería que Ignacio practicara el palo mayombe. Por otro lado, el babalao Eliseo, la antítesis de Camaleón, decide adelantar la fecha del asiento de Ignacio. “Después de todo, ya antes de nacer Ignacio había recibido a los guerreros –el medio asiento- y lo que faltaba no era sino una conclusión lógica de una ceremonia que iniciaría al joven hacia el encuentro de su verdadero destino”. (76) La descripción del asiento de Ignacio es informativa y amena y muestra la minuciosa investigación del autor sobre los ritos asociados con esta ceremonia y los misterios de la Santería: “Continuó, bajo la tutela de don Eliseo, profundizando en los misterios del diloggún. Consiguió el pleno dominio de la interpretación de los dieciséis caracoles que, cuando leídos correctamente, revelaban los más recónditos secretos.”(83) El capítulo termina con la decisión de Ignacio de desplazarse a la capital después de oír por la radio el mensaje de Clavelito. Ignacio piensa que si se queda en la comarca siempre será el discípulo del babalao Eliseo: “Su futuro lo aguardaba, concluyó, en la capital. (84)
El primer capítulo de la segunda parte “La Capital” es un testimonio de la ciudad de La Habana con sus bellos monumentos y lugares de atracción como La Catedral de San Cristóbal, El Seminario de San Carlos, El Castillo del Morro, La Fortaleza de la Cabaña, El Castillo de la Punta, La Plaza de Armas, La Chorrera, El Malecón, La Bodeguita del Medio, y el Río Almendares adonde Ignacio Benítez acude frecuentemente a restaurar su fuerza física y espiritual con un ritual nocturno de ablución. Ritual que lo pone en contacto con Oshún, la Afrodita lucumí, la diosa de los ríos y su santo coronado. De ahí que quiera que sus clientes lo conozcan con el nombre de Agua dulce: “-Aunque me llamo Ignacio Benítez –respondió el babalao con una voz ceremonial que retumbó en el ámbito del consultorio-, no es así como quiero que se me conozca. Mi nombre –dijo lentamente, recordando sus fortificantes baños fluviales en la provincia, y más recientemente en el Almendares- desde este momento en adelante, será simplemente Agua Dulce.”(102)
El capítulo “Bachata Barroca” continúa describiendo la importancia restauradora de la ablución nocturna semanalmente, su popularidad como babalao y su contacto con el mundo nocturno hedonista de los bares de la Rampa donde conoce a Puti, maquillista del conocido cabaret Tropicana, donde una noche, invitado por el maestro de ceremonias, toca los tambores batá como nunca se había hecho antes. El Gerente del Tropicana le ofrece un puesto en el prestigioso club, pero él lo rechaza porque su verdadero destino había sido precedido por el Ekuele antes de su nacimiento: “Encendió una vela, rodeada de granos de maíz, como ofrenda a los orishas. Extendiendo un brazo, se posesionó de los caracoles. Su familiar textura en la palma de la mano, el leve sonido al hacer contacto entre sí, reiteraron su verdadera e insoslayable senda. Con esta certidumbre, se durmió de inmediato.”(122) Concluye el capítulo con la muerte del Gerente anticipada por Agua Dulce por medio de los caracoles. La primera parte del capítulo “Pon Tu Pensamiento En Mí’ sigue describiendo el mundo decadente nocturno habanero donde las más exóticas y pervertidas fantasías se llevaban a cabo. “A pesar de las perversiones circundantes, las intensas bachatas y los interminables juegos de azar, Agua Dulce continuó, impasible, en su senda. Sabía que lo suyo no era un trabajo, sino una misión. “(140) Aquí aparece por primera vez el personaje de Adela Carroza, una de sus clientes:
–¡Estoy hasta el último pelo! –exclamó sin molestarse comprobar si el babalao la escuchaba, con una voz que dejaba escapar falsetes a troche y moche. –Noche tras noche, sin siquiera una libra extra de frijoles en mi libreta de racionamiento o un fin
de semana en Varadero, laboro hasta la madrugada. ¿De qué me sirve –continuó restregándose furiosamente una lágrima que se le había escapado mejilla abajo- ser
la mejor bolerista de La Habana, hacer llorar con mis interpretaciones, bajo un spot azul, a matarifes gubernamentales, ser asediada por sargentos de cédula activa en el partido
comunista para que ahora, de la noche a la mañana y por un capricho de la jefa del
comité de vigilancia, se me quiera enviar a los cortes de caña y hacerme residente de
un antiguo barracón de esclavos lucumíes y compañera de lavanderas de cuartería?
¡Dios mío –se tiraba de las greñas, como en el clímax de una de sus representaciones
Musicales- en esta isla no hay respeto para el Arte! (142)

La precipitada visita nocturna de la bolerista marcará el futuro del babalao y será el motivo para que los esbirros de la policía secreta lo torturen. Este capítulo representa una vuelta a lo que le ocurrió a Agua Dulce en el capítulo “Profanación” después que le allanaron su casa y se lo llevaron prisionero. El antepenúltimo capítulo “Míster Ioso”narra en cuatro apartes la condición física y espiritual del babalao después de la tortura: “La voz de Florinda lo devolvió por completo a la realidad. –Hubo un momento en que pensé que no regresaría al mundo de los vivos. Hace dos días que lo encontré desmayado en el consultorio” (148); El continuo asedio contra su persona: “-Lo tienen vigilado, … -Ahora hay siempre dos tipos de la seguridad rondando cerca; aunque quieren pasar desapercibidos, no lo logran. Sólo han conseguido ahuyentar a los que vienen en busca de una consulta (148); su consuetudinario ritual de ablución fluvial para restaurar su energía física y espiritual: “Como de costumbre, penetró en el cauce lentamente, con los ojos cerrados. La fresca corriente le comunicó, al mismo tiempo que borraba el dolor del cuerpo, la energía diezmada por los sucesos de los días anteriores.”(149); y su encuentro con Míster Ioso, el Gerente de Priapic Enterprises, Inc., quien le facilita la salida de Cuba. Míster Ioso, quien había sido ayudado en otra ocasión por el personaje Oppiano Licario[2], había regresado a La Habana a instancias de Adela Carroza, quien temía lo que le pasaría a su consejero: “Yo le propongo una alternativa que, aunque no del todo fácil, es mucho más atractiva que el tenebroso porvenir que aquí le espera: venga a Miami conmigo; como Oppiano Licario me ayudó a mí, yo lo ayudaré a usted. Lo espero aquí hasta medianoche; ahora mi chofer lo llevará a su casa”. (156). Concluye el capítulo con la salida de Agua Dulce y Míster Ioso de La Habana. El último capítulo ”Open For Business” narra el traslado de Agua Dulce a Miami donde instala en la calle ocho del south west, la sagüesera , su propio consultorio, combinado con una botánica, con la ayuda de Míster Ioso, al que acuden ansiosamente su nuevos clientes. En efecto, a la respuesta de su primera clienta norteamericana le responde en su propio idioma solemne y ceremoniosamente: “-Yes, we accept credit cards” (165) como si fuera un conjuro. Los críticos Isabel y Jorge Castellanos observan en su monumental libro Cultura Afrocubana lo siguiente al respecto:
Hoy en otro forzado exilio, esa cultura, lejos de agotarse, reflorece, se expande
y emprende otra sorprendente empresa transculturativa en el seno de la sociedad
norteamericana…el espíritu afrocubano es invencible. Resiste todos los cambios
sociales, económicos y políticos a que se le someta… Nunca muere. Se modifica
a sí mismo dejando siempre incólume su esencia. Y si ayer realizaba sus aspersiones
con una ramita de albahaca, hoy, cuando no la encuentra en Miami, en Nueva York
o en Los Ángeles, utiliza para regar el agua de las Siete Potencias… una lata de
aerosol…(33)
Orisha es una novela amena en la que se narra la vida de Ignació Benítez, alias Agua dulce, descendiente de yorubas, pronosticada años atrás por el Ekuele según lo interpretó el babalao Eliseo. Orisha, como lo indica el título, se enfoca en la milenaria Regla de Ocha, la Santería, con sus ritos, mitos y leyendas que el autor emplea acertadamente a lo largo de la novela. Las descripciones que Carlos Rubio Albet hace de la campiña cubana, de la zafra, del rito de iniciación del asiento de Ignacio, de la ciudad de La Habana así como de su vida nocturna decadente, revela magistralmente el entorno en que se desarrolla su novela. Los recursos estilísticos que el autor emplea en esta novela son varios y entre ellos destaca la novedosa incorporación de distinto registros literarios para contar su historia. El espacio de la novela es la Isla de Cuba desde sus comienzos hasta la revolución castrista del 59 con su conocido éxodo masivo a todo el mundo, especialmente a los Estados Unidos. Celebremos pues la publicación de esta nueva novela que continúa y enriquece la literatura afrocubana.

Armando González-Pérez
Marquette University

 

NOTAS
[1] Orisha: Santo. Deidad en el culto lucumí. Hijo/a de Olodumare, el Ser Supremo en el panteón Yoruba.

[2] El personaje aparece en la novela Paradiso de José Lezama Lima. México: Editorial Era, 1968.

BIBLIOGRAFÍA

Castellanos, Isabel y Jorge Castellanos. Cultura Afrocubana. Vol. IV, Miami: Ediciones Universal, 1994. 33.

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